¡Ay de aquel que navega, el cielo oscuro, por mar no usado
y peligrosa vía, adonde norte o puerto no se ofrece!
Don Quijote, cap. XXXIV
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Janer Cristaldo escreve no Ebooks Brasil Arquivos outubro 2003 dezembro 2003 janeiro 2004 fevereiro 2004 março 2004 abril 2004 maio 2004 junho 2004 julho 2004 agosto 2004 setembro 2004 outubro 2004 novembro 2004 dezembro 2004 janeiro 2005 fevereiro 2005 março 2005 abril 2005 maio 2005 junho 2005 julho 2005 agosto 2005 setembro 2005 outubro 2005 novembro 2005 dezembro 2005 janeiro 2006 fevereiro 2006 março 2006 abril 2006 maio 2006 junho 2006 julho 2006 agosto 2006 setembro 2006 outubro 2006 novembro 2006 dezembro 2006 janeiro 2007 fevereiro 2007 março 2007 abril 2007 maio 2007 junho 2007 julho 2007 agosto 2007 setembro 2007 outubro 2007 novembro 2007 dezembro 2007 janeiro 2008 fevereiro 2008 março 2008 abril 2008 maio 2008 junho 2008 julho 2008 agosto 2008 setembro 2008 outubro 2008 novembro 2008 dezembro 2008 janeiro 2009 fevereiro 2009 março 2009 abril 2009 maio 2009 junho 2009 julho 2009 agosto 2009 setembro 2009 outubro 2009 novembro 2009 dezembro 2009 janeiro 2010 fevereiro 2010 março 2010 abril 2010 maio 2010 junho 2010 julho 2010 agosto 2010 setembro 2010 outubro 2010 novembro 2010 dezembro 2010 janeiro 2011 fevereiro 2011 março 2011 abril 2011 maio 2011 junho 2011 julho 2011 agosto 2011 setembro 2011 outubro 2011 novembro 2011 dezembro 2011 janeiro 2012 fevereiro 2012 março 2012 abril 2012 maio 2012 junho 2012 julho 2012 agosto 2012 setembro 2012 outubro 2012 novembro 2012 dezembro 2012 janeiro 2013 fevereiro 2013 março 2013 abril 2013 maio 2013 junho 2013 julho 2013 agosto 2013 setembro 2013 outubro 2013 novembro 2013 dezembro 2013 janeiro 2014 fevereiro 2014 março 2014 abril 2014 maio 2014 junho 2014 julho 2014 agosto 2014 setembro 2014 novembro 2014 |
sexta-feira, outubro 23, 2009
PAUSA PARA POESIA Do Martín Fierro Ninguno me hable de penas, porque yo penando vivo, y naides se muestre altivo aunque en el estribo esté, que suele quedarse a pie el gaucho más alvertido. Junta esperiencia en la vida hasta pa dar y prestar quien la tiene que pasar entre sufrimiento y llanto; porque nada enseña tanto como el sufrir y el llorar. Viene el hombre ciego al mundo, cuartiándoló la esperanza, y a poco andar ya lo alcanzan las desgracias a empujones. ¡La pucha, que trae liciones el tiempo com sus mudanzas! Yo he conocido esta tierra en que el paisano vivía y su ranchito tenía y sus hijos y mujer... Era una delicia el ver cómo pasaba sus días. Entonces... cuando el lucero brillaba en el cielo santo, y los gallos con su canto nos decían que el día llegaba a la cocina rumbiaba el gaucho... que era un encanto. Y sentao junto al jogón a esperar que venga el día. Al cimarrón le prendía hasta ponerse rechoncho, mientras su china dormía tapadita con su poncho. Y apenas la madrugada empezaba a coloriar, los pájaros a cantar y las gallinas a apiarse, era cosa de largarse cada cual a trabajar. Este se ata las espuelas, se sale el otro cantando, uno busca un pellón blando, éste un lazo, otro un rebenque, y los pingos relinchando los llaman dende el palenque. El que era pion domador enderezaba al corral, ande estaba el animal bufidos que se las pela... y, más malo que su agüela, se hacía astillas el bagual. Y allí el gaucho inteligente en cuanto el potro enriendó, los cueros le acomodó, y se le sentó en seguida, que el hombre muestra en la vida la astucia que Dios le dió. Y en las playas corcoviando pedazos se hacía el sotreta mientras él por las paletas le jugaba las lloronas y al ruido de las caronas salía haciéndosé gambetas. ¡Ah tiempos!... ¡Si era un orgullo ver jinetiar un paisano! Cuando era gaucho baquiano, aunque el potro se boliase, no había uno que no parase con el cabresto en la mano. Y mientras domaban unos, otros al campo salían, y la hacienda recogían, las manadas repuntaban, y ansí sin sentir pasaban entretenidos el día. Y verlos al cáir la noche en la cocina riunidos, con el juego bien prendido y mil cosas que contar, platicar muy divertidos hasta después de cenar. Y con el buche bien lleno era cosa superior irse en brazos del amor a dormir como la gente, pa empezar al día siguiente las fáinas del día anterior. Ricuerdo... ¡qué maravilla! cómo andaba la gauchada siempre alegre y bien montada y dispuesta pa el trabajo; pero hoy en el día... ¡barajo! No se la ve de aporriada. El gaucho más infeliz tenía tropilla de un pelo; no le faltaba un consuelo y andaba la gente lista... Tendiendo al campo la vista, no vía sino hacienda y cielo. Cuando llegaban las yerras, ¡cosa que daba calor tanto gaucho pialador y tironiador sin yel! ¡Ah tiempos... pero si en él se ha visto tanto primor! Aquello no era trabajo, más bien era una junción, y después de un güen tirón en que uno se daba maña, pa darle un trago de caña solía llamarlo el patrón. Pues siempre la mamajuana vivia bajo la carreta; y aquel que no era chancleta, en cuanto el goyete vía, sin miedo se le prendía como güerfano a la teta. ¡Y que jugadas se armaban cuando estábamos riunidos! Siempre íbamos prevenidos, pues en tales ocasiones a ayudarles a los piones caiban muchos comedidos. Eran los días del apuro y alboroto pa el hembraje, pa preparar los potajes y osequiar bien a la gente, y ansí, pues, muy grandemente pasaba siempre el gauchaje. Venía la carne con cuero, la sabrosa carbonada, mazamorra bien pisada, los pasteles y el güen vino... pero ha querido el destino que todo aquello acabara. Estaba el gaucho en su pago con toda siguridá, pero aura... ¡barbaridá! la cosa anda tan fruncida, que gasta el pobre la vida en juir de la autoridá. Pués si usté pisa en su rancho y si el alcalde lo sabe lo caza lo mesmo que ave aunque su mujer aborte... No hay tiempo que no se acabe ni tiento que no se corte. Y al punto dése por muerto si el alcalde lo bolea, pués áhi no más se le apea con una felpa de palos. Y después dicen que es malo el gaucho si los pelea. Y el lomo le hinchan a golpes, y le rompen la cabeza, y luego con ligereza, ansí lastimao y todo, lo amarran codo con codo y pa el cepo lo enderiezan. Áhi comienzan sus desgracias, áhi principia el pericón; porque ya no hay salvación, y que usté quiera o no quiera, lo mandan a la frontera o lo echan a un batallón. Ansí empezaron mis males lo mesmo que los de tantos. Si gustan... en otros cantos les diré lo que he sufrido. Después que uno está perdido no lo salvan ni los santos. |
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